"Yesterday is gone. Tomorrow has not yet come. We have only today. Let us begin."
Todas las mañanas cuando te levantas miras el reloj, sabes que hace tiempo que está parado, pero te gusta mirar las manecillas sin movimiento. Te hace pensar que el tiempo está parado, que ese día que deseas que no llegue, no va a llegar nunca, que vives en el mismo momento siempre, que el tiempo no avanza. Que lo malo no llega.
Vives constantemente en ese lugar
en el que no te importa estar, al que te has acostumbrado. En el que no estás
bien, pero tampoco mal, en el que sabes lo que va a pasar, no hay nada nuevo.
Te has acomodado ya, y no te importa ni qué día es, sólo quieres que no llegue
uno en concreto. Pero llega. Y llega antes de lo que te imaginas, porque aunque
tu hayas vivido con el tiempo en pause, el tiempo viaja. El tiempo vuela. Sin
querer han pasado ya tres meses, y se acerca el día. Pero tú sigues mirando el
reloj de pared que está parado. Le pides que te de más días, que se paren todos
los relojes. Que no quieres. Que no estás lista para que avance. Que en vez de
prepararte, has decidido perder la noción del tiempo, has dejado que la niña
dentro de ti salga, y tome las riendas, que tengas miedo al tiempo, y a lo que
viene. A lo que pueda cambiar.
Ahora que casi ha llegado no
sabes lo que vas a hacer, ni qué va a ser de ti. Pensarán que eres una
exagerada, pero ellos no saben de qué se trata. Ni qué se siente. Pero tú te
has acostumbrado ya, a vivir en el mundo del reloj de pared parado. Sin
cambios. Quieres que todo siga igual que siempre. Sin embargo, las cosas
cambian, las cosas siguen, unos vienen y otros van. Y tú sigues parada en el
mismo punto. Delante del mismo ordenador, de los mismos programas, la misma
gente, la misma botella de agua, los mismos post-it’s. Pero estás bien, porque
sabes que lo que viene detrás va a ser peor, más esfuerzo, más libros, más
horas, más minutos.
Ya está aquí. Ya no hay marcha
atrás. Ya no quieres vivir en el mundo del reloj parado. Ahora quieres todo lo
contrario. Quieres correr, quieres saltar, quieres que el tiempo siga tu ritmo,
que las semanas sean horas y los días minutos. Quieres que el reloj vuelva a
tener pilas, que no se pare. Que siga. Tener tiempo para todo, no parar porque
parar significaría ralentizar el tiempo. Y no. No puedes parar. Quieres cerrar
los ojos y que hayan pasado esos 20 días. Aunque no recuerdes que haya pasado,
sólo quieres que llegue ese momento tan increíble en la puerta de tu casa.
Quieres ver esa sonrisa. Quieres ese abrazo, sentir ese cuerpo contra el tuyo,
que no se acabe ese momento. Quieres volver al mundo del reloj parado. Pero no
quieres volver sola, quieres ir con él, con ese abrazo, con ese momento.
Quieres quedarte ahí, que nada cambie, que nada se mueva.
Sin darte cuenta tú vives en el
mundo con todo parado, pero tu cabeza está viajando a años luz, está viendo la
vida de distinta forma, está viendo lo que siempre has querido, de lo que
siempre te han hablado. Y no te das cuenta que hay que seguir el reloj de la
vida, que todo viene. Y que todo llega. Que con las prisas no consigues hacer
nada. Ni parada ni corriendo. Al compás de la vida.
Que todo llega a su tiempo, ni
muy deprisa ni muy lento.